Tanto su inconfundible forma como sus hábitos característicos, hacen del pez ballesta un pez peculiar.
El cuerpo es de forma romboide y aplanado, de color más bien grisáceo con manchas transversales oscuras. Está cubierto por placas óseas, lo que le da cierta inmunidad para pasearse con toda tranquilidad entre el resto de especies. Tiene una boca pequeña pero armada con fuertes y agudos dientes que pueden verse cuando se les tiene cerca.
Las aletas son de un color azulado y le confieren un característico nadar con su movimiento ondulante. Aunque normalmente no puede apreciarse, la aleta dorsal tiene tres espinas duras que se articulan de forma que permiten al pez encajarse en grietas.
Vive entre los 10 y 100 metros de profundidad, puede aparecer en solitario o formando pequeños grupos.
Se alimenta de equinodermos, moluscos, crustáceos y otros invertebrados.
Se reproduce durante el verano y adquiere un comportamiento característico durante la puesta. Realiza el desove en una especie de volcán hecho en la arena. La hembra establece un perímetro que defiende desde arriba, y ataca a cualquier posible predador que entre en el, protegiendo así el nido.
En las especies tropicales es el macho quien defiende el nido y son un poco más agresivos.
Los juveniles se ocultan entre algas y carecen de las puntas de la aleta caudal alargada como en los adultos.